¡Los mosquitos siempre me pican a mi!
Mosquitos y otros quitasueños.
Son las 3 de la madrugada y estás durmiendo a pierna suelta. Estás en pleno verano y con las ventanas abiertas de par en par, buscando el poco fresco nocturno que entra a través de ellas.
De pronto, comienzas a escuchar ese molesto zumbido característico que produce el vuelo sinuoso de la hembra del mosquito.
Tu primera reacción, es la de la mayoría de las personas, agarras la sábana que tienes a los pies de la cama y te tapas hasta la cabeza esperando que no consiga su sangriento objetivo.
Un insoportable zumbido en tu oreja procedente del mosquito de turno
Cuando llevas 5 minutos bajo la sábana, escuchando el persistente revoloteo de la kamikaze sobre tu cabeza, estás empapad@ de sudor y a punto de darte un síncope por la falta de aire fresco.
Completamente desesperad@, decides sacar una pierna o brazo fuera de la relativa seguridad que te proporciona la agobiante sábana. ¡Si quieres picar, pica ya! maldices entre murmullos.

Cuando la pequeña vampira a conseguido su exigua ración de rojo néctar, dejas por fin de escuchar el insidioso y molesto zumbido revoloteando cerca de tu cabeza.
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Descubres con mucho cuidado tus ojos para poder constatar que efectivamente a desaparecido el peligro, y agudizas el sentido arácnido tipo spiderman para intentar escuchar en el silencio de la noche.
¡Ufff! por fin se ha ido. Tiras nuevamente la sábana a los pies de la cama e intentas volver a conciliar el sueño.
Cuando te estás acomodando en la cabecera, miras al compañero/a de cama y te llevan los demonios.
¡Resulta que durante el simulacro de bombardeo que te has montado para evitar el ataque del chupasangres nocturno, tu pareja no ha parado de roncar a pierna suelta sin haberse movido siquiera un milímetro! ¡INCREIBLE!
¿Me pican porque tengo la sangre más dulce?
Va a ser que no. Igual que para poder saber si un vino es exquisito tienes que hacer la cata, las mosquitas no tienen manera de saber el sabor de tu sangre si no la prueban primero.
El hecho de que decidan picar a una persona u otra no tiene nada que ver con la cantidad de glucosa presente en la sangre del ser humano.
Es más, si alguna vez te has hecho un pequeño corte en un dedo por ejemplo, la mayoría de las veces la primera reacción es la de chuparlo ¡no se el porqué! y habrás constatado que su sabor es exactamente todo lo contrario.
Es salada, debido a la presencia de cloruro sódico en su composición.

¿Les gusta mi sudor?
Es un hecho más que estudiado, que a los mosquitos (hembra) les atrae la presencia de ciertos compuestos volátiles que se encuentran en nuestro sudor.
Se ha demostrado, que ciertas personas emiten partículas a través de la sudoración que resultan irresistibles para gran variedad de especies de mosquitos, incluso hacen que desvíen su vuelo hacia la persona que los emite.
Precisamente por la relevancia de esos estudios, si a la hora de acostarnos nos damos una refrescante ducha, evitaremos dejar rastros olorosos que le indiquen a estos insectos hematófagos nuestra presencia.
Varias especies de mosquitos anopheles se chiflan ante el olor de una variedad de queso que se asemeja al aroma que desprenden los pies humanos.
Es más, solo las especies que se alimentan de sangre humana se sienten atraídas por el olor de este queso en cuestión.
En conclusión: el olor corporal del ser humano es irresistible para las hembras de los mosquitos. ¿Y por qué las hembra? por la sencilla razón de que son las que pican!

¿Y qué hay de la respiración?
Los niveles elevados de CO2 (dióxido de carbono) son un excelente reclamo publicitario para indicar a los mosquitos la presencia de mamíferos.
Como es de suponer, a mayor envergadura y corpulencia de una persona, más cantidad de CO2 exhala a su alrededor.
La teoría de que los niños pequeños producen más CO2 que las personas mayores, es un completo bulo.
Más de uno/a llegará a la conclusión de que si deja de respirar no será atacado/a por estos chupopteros, pero todos sabemos lo que pasa si dejas de respirar durante mucho tiempo!!
¿Y el calor corporal atrae a los mosquitos?
¡Ahí hemos dado en plena diana! El calor que irradia nuestro cuerpo en el entorno, es detectado por la mayoría de insectos hematófagos que esperan para alimentarse de nosotros.
Tanto mosquitos, chinches, pulgas, garrapatas y un largo etcétera de insectos que se alimentan de sangre, tienen receptores que les indican la presencia de mamíferos de sangre caliente por el calor corporal.

Esto, junto a presencia de CO2 que exhalamos al respirar y otros compuestos tales como el ácido láctico que emitimos tanto al respirar como al sudar, junto con algo tan simple como es el movimiento, son los principales factores que influyen en la predisposición de una persona a ser más acosado por los insectos hematófagos que otra. Feliz verano!
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